Para escribir hay que leer: ¿qué estoy leyendo ahora?

Aunque es un dicho muy cacareado, no deja de ser cierto que para escribir hay que leer. No importa si escribes histórica o fantástica, debes documentarte.

Por eso, para la segunda parte de mi novela he tenido que leer algunos libros y releer otros, muchos de ellos de historia. Sigo, por supuesto, teniendo manuales de cabecera como el de Inés Chamorro o el de Edad Moderna de Antonio Domínguez Ortíz —éste último es obligatorio para entender muchas claves de los siglos XVI y XVII—, pero en este momento estoy perfilando algunos flecos con cuestiones muy importantes para la trama que nos ocupa tras la primera aventura.

Quien haya leído ya La historia triste de un hombre justo sabrá que acaba bastante potente; el giro durante el clímax desarticula deliberadamente el tono, el ritmo y el propio argumento, dado que la ciudad-Estado donde se desarrollan los acontecimientos sufre un colapso social. No quiero desvelar muchos datos al respecto, aunque supongo que hay cosas que no se pueden ocultar, sobre todo si has leído el libro y ya sabes por dónde va a ir la cosa.

Pues bien, ahora estoy inmerso en dos lecturas que te pueden dar pistas acerca de en qué rincones estoy escarbando: el primero de los libros es De Pavía a Rocroi de Julio Albi de la Cuesta, que me está documentando sobre muchos conceptos bélicos de la época. Algunos elementos ya los sabía gracias a la literatura histórica, incluso los juegos de rol, pero otros me están dando las claves que necesito para sostener mi próximo libro con la coherencia y la profesionalidad debidas.

El segundo libro se está leyendo más a «vuelo de pájaro», consultándose en lo preciso. Se trata de otro manual de El sacro imperio romano germánico que, en lo que refiere a mi documentación personal, me sumerge en la complejidad política y territorial de los países de la Europa de la época, sobre todo en cuanto a las relaciones que mantenían entre ellos. Eso te debería dar otra pista sobre lo que pretendo.

Ambos me están dotando de una capacidad para abstraerme del cuadro real y compararlo con el ficticio que estoy elaborando en mi mundo de fantasía, de modo que espero terminar de dar las pinceladas adecuadas que mereces para que la historia te satisfaga y sea narrativamente eficaz.

Y si aún no has leído La historia triste de un hombre justo, te aliento a que lo hagas pinchando aquí. Espero que notes ese mimo a través del trabajo de investigación que hay en ella.

Un abrazo,

Ángel G. Olmedo.

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