La documentación para la fantasía

Cuando un escritor trabaja en una novela tiene que cumplir con un montón de objetivos, y entre ellos está el de acercar —que no imitar— nuestra realidad a la ficticia con fin de que lo que leemos resulte coherente.

En el mismo momento en que un lector abre la puerta hacia el mundo de la fantasía hace un contrato con quien ha confeccionado dicho mundo, y ese contrato se llama «suspensión de la incredulidad». Es otras palabras, nosotros, como lectores, le diremos al escritor: «Ey, de acuerdo: me sumergiré en tu historia y aceptaré la existencia de dragones, viajes en el tiempo y hasta la ruptura sutil de algunas leyes de la naturaleza; sólo te pido algo a cambio: que lo que me cuentes sea verosímil». Y, sí, resulta que este contrato puede romperse si la coherencia interna de la obra se va al traste. En otras palabras, soportaremos la fantasía mientras haya una lógica que la sustente.

Pero ¿cómo representar un mundo sólido, que no nos produzca confusión y nos saque de la historia de un guantazo?

Para restañar estas fisuras hay muchas herramientas, pero hoy hablaremos de una en concreta: documentarse bien. Y es que, efectivamente, hasta para la fantasía hay que documentarse para ofrecer una buena analogía. Es lógico, pues no queremos que los lectores nos manden al cuerno; es un trámite útil y hasta necesario para representar el cuadro que queremos mostrar.

Por ejemplo, si nos sumergimos en un mundo de fantasía con tono medieval parecido a nuestra historia medieval europea, es lógico que ambos mundos compartan la idea de que haya feudos, títulos nobiliarios y estamentos sociales. ¿Tienes claro cómo funcionaba todo esto según la región y la época exacta? De eso se trata. Si como escritores elegimos el modelo político y social del siglo XII de Francia (te recuerdo que la Edad Media del continente dura mil años) y lo trasladamos a nuestro mundo, no estaría de más leer cómo funcionaba el sistema de castas real de entonces en esa zona concreta: los derechos de los que eran beneficiarios los nobles, la ordenación de la vida social o cómo funcionaba la economía.

Como ves, documentarse ayuda además a pincelar un abanico de detalles a ese cuadro general, enriqueciendo nuestro mundo con mayor veracidad y haciendo que el lector se encuentre satisfecho con el desarrollo de la trama. 

Pues sí, el lector tiene la manía de querer predecir los distintos elementos que componen la ambientación de la narrativa. Y, ¿por qué? La respuesta es sencilla: predecir en la lectura da seguridad y sostén a la historia. La hace consistente.

Documentarse también sirve para predecir cómo se comportaría nuestro mundo si añadimos elementos fantásticos. Poniendo un ejemplo de esto: si en nuestro mundo ficticio existe la magia, resultará muy prudente hacer un análisis lógico de cómo se distorsionaría nuestra realidad conforme a esta y otras variables. Imagínate una ambientación parecida al Antiguo Egipto donde abundan magos que son capaces de levantar pirámides de la misma tierra; ¿tendría sentido usar la mano de obra de los ciudadanos para tal efecto? Quizá la respuesta sea que puede, pero ya no es algo necesario o indispensable, como ocurriría en nuestra realidad.

documentación literaria

Durante la escritura de La historia triste de un hombre justo tuve que leer bastante acerca de la Edad Moderna. Podría haber elegido no hacerlo, pero la coherencia interna no hubiera sido la misma. Yo ya era un lector avezado de historia desde mucho antes de escribir la novela; de hecho, durante mis años de carrera, me matriculé varios años seguidos en asignaturas de libre configuración de la carrera de Historia. Pero no era suficiente. Tenía claro que, en un universo ficticio parecido al del Siglo de Oro, debía afinar muchos datos: ¿Quiénes son capaces de portar armas y por qué? ¿Quiénes solían ir a la Universidad? ¿Cuánto cobraba un funcionario de la Corona? ¿Qué sentido tenía la Inquisición en España durante aquella época?

Algunas de estas preguntas me hicieron consultar mucho material académico, ayudándome a cincelar cada rincón de Ísbar con el debido esmero que merecía. La historia hubiera funcionado perfectamente si hubiese elegido no hacerlo: habría comenzado y terminado en los mismos puntos; pero los matices que hacen que nos sumerjamos en la historia son los que marcan la diferencia.

¿Lo habré conseguido? Bueno, eso tendrás que evaluarlo tú.

Por tanto, te recuerdo que podrás disfrutarlo el 5 de noviembre de 2021, momento en el que podrás tener en tus manos La historia triste de un hombre justo; pero si quieres un tentempié, el 15 de septiembre te regalaré el primer capítulo, tanto escrito como locutado.

¡Ah! Sobre la documentación, te digo que en Instagram a veces publico aquellos tomos que me inspiraron o me ayudaron a escribir el libro, así que sígueme si quieres ver estas curiosidades.

Ángel G. Olmedo.

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