Las Penumbras y la Umbra: El sol y los anillos

Uno de los aspectos más interesantes de describir mi mundo de fantasía con un sistema de anillos planetarios es, sin duda alguna, el impacto que estos cuatro anillos produce en el clima, los seres vivos y la naturaleza en general. Pero sobre todo cómo la religión explica el fenómeno, pues la Fe ha desarrollado una serie de liturgias basadas en el comportamiento del planeta, sus anillos y su relación con el sol.

Y lo vamos a explicar.

Como ya te he propuesto otras veces, vamos a hacer un ejercicio de imaginación. Pero antes, quiero que tengamos claros algunos conceptos sobre el planeta y sus distintos movimientos con respecto a sí mismo y su estrella:

  • Movimiento de traslación: Es el movimiento orbital que describe el mundo viajando alrededor de su estrella. La órbita, al igual que la de nuestra Tierra, es elíptica.
  • Movimiento de rotación: Se llama así al movimiento que hace el planeta cuando gira sobre sí mismo. Esto es lo que produce, en esencia, la noche y el día. A veces, ciertas regiones se encuentran de cara a la luz de la estrella, pero cuando el mundo gira sobre sí mismo, estas regiones se ocultan de los rayos, sobreviniéndoles la noche.
  • Eje de rotación: Es el eje sobre el cual el mundo realiza su movimiento de rotación. Normalmente, en un mundo habitable el eje gira inclinado unos grados. Esto es lo que produce, por lo general, las estaciones. Te lo explico: cuando la inclinación hace que un hemisferio —el norte, por ejemplo—, esté más encarado a la luz de la estrella, se produce el verano en dicho hemisferio. El hemisferio más escorado a los rayos —en este ejemplo sería el hemisferio sur—, estaría entonces sumido en el invierno, dado que la luz incide de forma más tangencial.

Y ahora la pregunta del millón: ¿Cómo crees que esto afectaría si, además de eso, añadimos anillos al planeta, como en el caso de mi mundo de fantasía? Porque ¿acaso un sistema de anillos no vertería sombra en algunas regiones, tapando la luz de la estrella?

En efecto, hay momentos en los que Ísbar, el escenario por el que transcurren los hechos de mi novela, estará cubierta de sombras. Pero esto sólo ocurre en un período muy determinado, concretamente durante el solsticio de invierno. 

Si estuviéramos en Ísbar —que, por cierto, se encuentra en el hemisferio norte del mundo—, a medida que nos acercásemos al invierno, veríamos cómo el sol sale cada día un poco más al sur por la línea del horizonte. Es decir, veríamos cómo el sol se acerca poco a poco al Tetragrama del mundo —el sistema de anillos—. ¿Qué pasaría entonces cuando el sol bese las líneas del sistema de anillos?

Esto es lo que veríamos desde Ísbar según fechas en las que transcurre el fenómeno:

A partir de la segunda semana de diciembre: El sol se oculta diariamente tras la luna Do, un satélite que se halla justo tras el cuarto anillo. Esto provoca eclipses diarios de unos veinte minutos, trayendo el llamado «viento de eclipse» —las temperaturas bajan drásticamente—. A estos eclipses la Iglesia los llama «silencios», momentos en los que el tejido de la realidad debe permanecer impoluto. En otras palabras, los armonistas tienen prohibido conjurar sus escalas durante estos 20 minutos, o serán detectados y juzgados por el Santo Oficio. Pero hay algo más: toda la comunidad religiosa —es decir, todos los habitantes del país— deben guardar respeto y, sin importar qué estén haciendo, han de sumarse a las salmodias que se oyen desde los templos.

20 de diciembre: A lo largo de la mañana, el sol empieza a ocultarse parcialmente por la línea del cuarto anillo. A esto se le llama «Primera Penumbra», un periodo litúrgico que dura cuatro jornadas enteras. La Primera Penumbra, como indica el mismo nombre, sume a esta parte del mundo en una suave oscuridad, una especie de atardecer más osuro, grisáceo y constante, durante el cual sólo pueden armonizarse las llamadas «escalas sacras»: en la taxonomía de los conjuros, los de naturaleza sagrada.

24 de diciembre: A lo largo del día, el sol termina por ocultarse por entero tras el cuarto anillo, tiñendo el mundo de sombras. La oscuridad cae de tal forma que el firmamento se ilumina con todos los luceros de la bóveda celeste, tanto de noche como «de día». El ojo de Dios —otro cuerpo celeste del que hemos hablado— brilla con fiereza. A esto es a lo que la Iglesia llama «Umbra», un periodo de oscuridad profunda que dura tres días completos. Según el dogma, Dios Reverberado ha muerto, y permanecerá la tierra en luto durante casi 72 horas. 

En la Umbra está prohibido armonizar cualquier tipo de escala, de modo que el tejido de la realidad se encuentra en absoluto silencio por dicho luto. Si las nieves no han llegado tempranas durante el año, a lo largo de los siguientes tres días es probable que empiecen a caer los primeros copos.

27 de diciembre: El eje de inclinación se sitúa en el llamado perihelio de la órbita. Te lo explico mejor: el hemisferio norte se impone, encarándose poco a poco al sol, y las noches se harán más cortas durante los seis meses siguientes —culminando en el solsticio de verano—. Pero aún estamos al principio del invierno, en el 27 de diciembre, y el sol, que comienza a amanecer ahora en dirección cada vez más al norte por la línea del horizonte, asoma tímidamente por encima del cuarto anillo. Estamos en «Segunda Penumbra», una liturgia de otros cuatro días con características similares a la Primera, y que concluye con la temprana noche del 31 de diciembre. 

Resumiendo todo el proceso de 11 días: se puede decir que Dios Reverberado —el sol— inicia un proceso de muerte durante Primera Penumbra; durante la Umbra muere, y permanece muerto durante los tres días que dura este fenómeno; finalmente, resucita en Segunda Penumbra. Con el 1 de enero llega la renovación del mundo con un amanecer radiante que brilla sobre un manto blanco sobre la tierra.

La historia triste de un hombre justo, por tanto, es también una carrera contra el reloj del cosmos, sobre cuyas manecillas sólo la Santa Sede tiene dominio. El 5 de noviembre, que se publica la obra podrás saber si Dragos Corneli logra completar su tarea a tiempo.

Dragos Corneli, el protagonista de La historia triste de un hombre justo, debe atrapar a un criminal execrable que es capaz de armonizar de una forma diferente al resto de bardos. Pero Corneli tiene además un problema añadido: debe hacerlo antes de que lleguen estos periodos litúrgicos, pues las imposiciones de la Iglesia de Ísbar le impedirán al propio Corneli armonizar correctamente para llevar a cabo su tarea: la Primera Penumbra limitará el uso de sus escalas; la llegada de la Umbra le conminará a no usarlas. 

¿Qué te parece todo esto? ¿Te interesa que describa más mi mundo? ¿Qué castigos impone la Iglesia de Ísbar? ¿Hasta dónde puede hablarse sobre ese criminal misterioso? No te cortes, háblame por aquí mismo. ¡Ah!, ¡y sígueme en Instagram!

Un abrazo,

Ángel G. Olmedo.

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