El domingo salí del trabajo después de un turno de doce largas horas. Es un buen empleo, relacionado con mi campo profesional: por si no lo sabías dignifico la vida de personas discapacitadas, y es gratificante cuando llegas a casa y piensas que has ayudado a una persona, haciendo que su día haya sido algo más feliz. Pero no nos vamos a engañar: es un trabajo complicado, y a menudo sales de allí muy aturdido, a veces triste y, con mucha más frecuencia, agotado.
Así que al terminar mi turno pensé en ti, en qué te iba a contar en la próxima newsletter acerca de La historia triste de un hombre justo. Y mientras iba conduciendo hasta mi casa descubrí que el agotamiento mental me pesaba demasiado para pergeñar algo; concluí que necesitaba mostrarte algo más que palabras, necesitaba mostrarte el lugar donde solía sentarme a escribir. Las palabras son mágicas: lo pueden todo si sabes usarlas bien; pero a veces gana el corolario ese de «una imagen vale más que mil palabras» así que me dije: «¿por qué no?, voy a enseñar una foto en mi próxima newsletter».
No obstante, esa imagen se encontraba en otra ciudad donde viví y trabajé durante unos años. Así que, cuando llegaba a mi casa, decidí no parar el coche; de esta forma conduje casi 300 km hasta Granada, lugar que me inspiró para describir ciertos pasajes —y paisajes— de mi novela.
¡Espera!, ¿de verdad me he pirado a Granada para sacar una foto? Mira, voy a serte sincero: para eso, y para relajarme echando unas birras con los colegas de siempre, ¿para qué nos vamos a engañar? Pero, con todo, madrugué al día siguiente con fin de subir la larga cuesta que me llevaba hasta la Alhambra de Granada, un palacio rojo de estilo árabe en cuyos jardines me sentaba a teclear La historia triste de un hombre justo. Como ves, es una novela que se ha escrito en varias ciudades: Granada, La Línea y Gibraltar.
¿Ves ese banco de la derecha, bajo el árbol?, ¿en el que están sentadas las señoras? (Debo decir que me quedé un buen rato esperando a que se levantaran, para evitar tener que emborronarles las caras con Photoshop, pero pasó más de una hora y no lo hacían así que tomé igualmente la foto). Pues bien, justo bajo la sombra de aquel árbol, en ese banco de piedra fresca, me sentaba a escribir mientras dejaba que los sonidos del campo, el perfume de los jardines, y la brisa de la colina sobre la que está situada la Alhambra me impregnaran los sentidos. Incluso había una colonia de gatos cerca, y uno muy simpático (que no he visto en este último viaje, por cierto), me venía ronroneando para posarse encima del teclado; como si sintiera celos de que transportara mi mente a otros lugares de ensueño, y no le hiciera caso.
No era el único banco, por supuesto, ni sería la piedra de estos asientos los únicos testigos de mi escritura en la ciudad. No en pocas ocasiones me iba al parque Federico García Lorca, donde aún se encuentra la casa del poeta, rodeada de un precioso césped con flores de muchos colores. Sobre el manto verde me tendía y escribía sin parar; allí, precisamente, elaboré un pasaje sobre los jardines del Palacio Imperial de Ísbar, que sale en la novela. Debo confesar que a veces me quedaba dormido en este lugar, y dejaba el portátil descuidadamente sobre la hierba. ¡Menos mal que nunca me lo robaron!
Por último, quiero enseñarte la Real Chancillería de la ciudad de Granada, que se encuentra precisamente bajo la Alhambra. Es un edificio magnífico que cuenta con un archivo histórico maravilloso. Por supuesto, he consultado estos archivos para escribir mi novela, pues en este palacio se hallan muchos testimonios del siglo XVII, incluyendo ejecutorias de hidalguía; estas últimas me enseñaron cómo funcionaban los juicios en aquella época. Por si no lo sabes, mi novela nos transporta a un mundo fantástico donde se mezclan el género steampunk con una especie de siglo de oro, así que era preceptivo documentarse al respecto.
En definitivas cuentas, que sin Granada no habría sido posible La historia triste de un hombre justo.
Mientras tomaba estas fotos, pensé en mí durante aquellos tiempos en los que viví en la ciudad, maravillado en pleno proceso creativo. Me pregunté cómo reaccionaría si me dijeran por aquel entonces que la novela sería publicada este próximo 5 de noviembre, y que tanta gente se encuentra hoy día expectante por ello. Por eso, me siento honrado de que me leas y que me hayas permitido, humildemente, llevarte de la mano por estos paisajes que me inspiraron durante los primeros esbozos de mi historia. Es un orgullo compartir esto contigo, de verdad.
Por favor, no te quedes sin decirme cualquier cosa que desees expresar al respecto; tal y como he compartido este trocito de mí, me gusta que me digas qué te parece, así que puedes comentarme lo que quieras por este medio, o seguirme en mi cuenta de Instagram, donde suelo publicar este tipo de cositas con más frecuencia. Te contestaré lo más rápido posible.
Te envío un fuerte abrazo, y nos vemos en la próxima.
Ángel G. Olmedo.