Otra forma de expresarse

El habla de germanía y el registro lingüístico

Vengo a explicar a vuesa merced la magia que pueden evocar las voces y las expresiones de germanía.

Pero, para no andarnos en la confusión —que no son estos territorios donde alardear de bachillerías, ni hacer presunción de lenguajes extravagantes—, permítame cambiar estas formas enrevesadas para preguntar algo muy sencillo en nuestra pragmática habitual.

Y la pregunta es…

¿Alguna vez has oído hablar del registro lingüístico? 

En efecto, es lo que acabo de cambiar en cuanto he dejado las florituras literarias a un lado.

Supongo que sabrás lo que es el estilo de un autor; a lo mejor has escuchado algo sobre la cadencia y el ritmo de una novela; y ya si has escarbado algo más en el mundo de la literatura hasta puede que hayas oído hablar sobre la «exposición» del texto. Pero del registro lingüístico, por otra parte, no se habla demasiado, sino que se asume como algo inherente a todo lo anterior. Y en mi novela La historia triste de un hombre justo el registro lingüístico es una pieza importantísima, pues los mismos personajes lo cambian a lo largo de la trama.

Pero ¿qué es eso del registro lingüístico?

Pues no es nada más ni nada menos que la forma con la que los personajes —y a veces también el narrador— se expresan. Concretamente, una forma de expresarse acorde con el contexto social y cultural en el que los personajes se desenvuelven. Por ejemplo, cuando los personajes se vosean reverencialmente en contextos históricos, o en algunas novelas de fantasía que evocan analogías medievales, hablamos de un registro lingüístico distinto al que usarían dos personajes contextualizados en 2021. ¿O acaso es lo mismo leer una novela contemporánea que el Cantar de Mio Cid?

Normalmente, los escritores contemporáneos no se devanan mucho los sesos con esto, a menos que escriban literatura histórica y, en el menor de los casos, fantasía. Se asume, y se escribe por inercia. Pero algunos lo cuidan con lupa, y este es mi caso, pues desde hace años soy un amante del llamado «habla de germanía».

¿El «habla de germanía» ?, preguntarán algunos. Pues sí, ese es el nombre de un registro lingüístico que uso especialmente para La historia triste de un hombre justo, novela que enhebra una especie de Siglo de Oro español con la temática steampunk. Era obligatorio ofrecer una forma de expresarse que hiciera justicia al siglo XVII, por lo que opté por construir dicho registro en base al ya existente habla de germanía, que no es sino la jerga de los delincuentes de la época, también llamado golfarái, jerigonza o habla de jacarandina. 

¡Espera! ¡No te vayas a pensar que la lectura del libro va a ser engorrosa!; no lo es en absoluto; de hecho, te acostumbras muy bien a leerla. Es cierto que para escribir algo así hace falta leer mucho sobre la época, pero a veces también es crucial estudiar y tener cerca manuales de apoyo, como el Romances de germanía de varios autores de Juan Hidalgo, o el diccionario Tesoro de villanos de Mª Inés Chamorro. Con esto quiero decirte que no he puesto los términos y las expresiones por azar, según me convenga o, sencillamente, por gusto. En realidad, he estudiado minuciosamente cada palabra, estudiando cómo encajarla para que sea digerible. 

Y para eso no sólo están los manuales sino también la maravillosa corrección de estilo de las editoriales, cuya labor es importante. La síntesis del estilo ha dado como resultado un producto que evoque la esencia de aquella época, pero contextuada para hacer liviano y ameno el ritmo de lectura, llevando incluso a que el lector se familiarice con el lenguaje de modo que lo sienta como algo identitario de la novela.

Como ves, no sólo a los personajes se les coge cariño, sino también a las palabras en sí.

Que, en definitivas cuentas, sabed vuesa merced que el lenguaje de germanía no es sino una forma de hablar y hacer cultura entre las gentes humildes. Y puesto que ya nos conocemos lo suficiente, permitidme «dar muerte» a los rituales de cortesía, y desterrar el «vuesa merced» tan casto con el que me dirijo a vos

Y si por fin decidís adentrar vuestras andaduras por las páginas de La historia triste de un hombre justo, novela que podréis tener en vuestras manos el 5 de noviembre, permitidme el consejo, ahora que ya nos andamos en la confianza:

Que, una vez dentro de los callejones de Ísbar —la ciudad más grande y decadente del mundo y poso de analogías de una España marchita—, debéis cuidaros los higadillos de las tarascadas que algún que otro marrajo maleante pueda lanzaros con su daga quitapenas; pues tened por seguro que lo hará desde las sombras y bajo embozo. 

Que no están las calles para ir despistado o en la Babilonia; así que despavesad las linternas, que es lo mismo que decir que abráis los ojos y os andéis con tiento. O encargaréis misas en menos que un vive Dios. Vamos, que apagaréis candela; os iréis por la posta; tañaréis campanas… 

¡Pardiez!, si no os habéis enterado os lo digo más claro: que cuando caminéis por Ísbar cuidaos las espaldas u os apuñalarán hasta la muerte. No os preocupéis por la jerga, que en menos de dos páginas le cogeréis el tranquillo a esto.

Hasta entonces, si queréis saber otros términos en concreto, o sencillamente os gustaría hablar de esto u otras cosas, podéis contactarme por este medio; o en esta otra dirección, donde tendréis la oportunidad de conocerme más a través de mi día a día.

Un abrazo.

Ángel G. Olmedo.

Deja un comentario