Entre el mar de iconos que podemos traer desde la Edad Moderna, y que está claro que debían aparecer en mi novela de fantasía, tenemos dos armas que conforman parte de la indumentaria de los gentileshombres. Se trata de dos instrumentos de muerte, afilados y temidos: la espada ropera y la daga quitapenas. O, como gustaban de llamarlas en las Españas de los Austrias, la espada tizona y la daga de la misericordia. Y, si salen en las Españas de los Austrias, debía meterlas también en la Ísbar del emperador Socris Corne.
A lo mejor ya habías oído hablar de estas dos hojas, pero no está de más sazonar un poco La historia triste de un hombre justo con pequeñas y afiladas notas. Según el protagonista de mi libro, todo hijodalgo debería llevar una espada ropera del tahalí o la pretina —más para protegerse, que para alardear—. En cuanto a la daga quitapenas —o daga de la misericordia— ya es otro asunto, pues se considera arma de rufián y da mala fama a quienes la portan. En esta entrada vamos a echarle un breve vistazo a la espada ropera.
La espada ropera
La espada ropera, tizona o rapiere, es un estoque de hoja recta pensada para dos funciones: defensiva, por un lado, y estética, por otro. Pues no sólo valía para protegerse, sino para lucirla bajo el herreruelo —la capa bajo la cual se escondía los «hierros»—.
La ergonomía del arma demanda mucha ligereza, encontrándose el equilibrio a una cuarta de la cazoleta o guarnición. Dicha guarnición, atravesada por largos gavilanes —finos hierros transversales que forman la cruz de la espada—, puede ser de tres tipos clásicos: la guarnición de lazo, la de taza y la de concha; y a menudo se complementa con un guardanudillos, para reforzar aún más la protección de la mano.
Sobre la daga de la misericordia, te hablo en este post. Espero que te guste la manera en la que enhebro estos elementos en la novela La historia triste de un hombre justo, que tienes disponible pinchando aquí. Hasta entonces, te regalo el primer capítulo para que lo leas o escuches totalmente gratis.
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