¿Te imaginas un mundo de fantasía con un cinturón de anillos planetarios? ¿Cómo crees que impactaría esto sobre la vida en el planeta y sus habitantes? ¿Y qué hay de la cosmogonía y la religión? Ya sabes a qué me refiero, es antropológico: desde siempre, el ser humano ha alzado la vista hacia lo que pasa en la bóveda celeste para dar explicación a los eventos que ocurren en la Tierra. ¿Crees que este sistema de anillos habría configurado la vida social, moral y eclesiástica de las sociedades?
Así es el mundo que se presenta en mi novela, que se estrena el 5 de noviembre de este mismo año; un mundo donde lo que ocurre en el lienzo de la bóveda celeste tiene un fuerte impacto en el orden de las sociedades.
Pero ¿a qué viene todo esto?
Verás, siempre me llamó la atención que el firmamento de los mundos de fantasía tuviese el mismo trazado que el de nuestro propio planeta. Esto no rompe, necesariamente, con la suspensión de incredulidad; es decir, no nos saca de la historia. De hecho, cuando leemos fantasía lo asumimos sin complejos, y no nos impide disfrutar del viaje. Tampoco hace peor su ambientación, por supuesto; a veces incluso lo mejora con analogías como la llama de Anor (Sol) en la Arda de Tolkien —que a su vez se inspira en los mitos nórdicos—, o el feérico robo de la luna, en el mundo de Rothfuss, donde el satélite representa una puerta entre el mundo terrenal y el de las hadas.
Pero yo quería hacerlo diferente; borrar todo lo que conocemos. Quería construir una cosmogonía separada del modelo habitual y, por eso, lo primero que hice fue colocar el «Tetragrama del Mundo» sobre el cielo. «¿El tetra- qué?», dirán algunos. Déjame explicarte: eso del «tetragrama» es un término que se usa en música: se define como el conjunto de cuatro líneas equidistantes sobre las que los músicos escriben sus anotaciones musicales —una versión medieval del pentagrama, que usa cinco líneas—.
En realidad, el Tetragrama del Mundo es como llaman los habitantes de mi libro a un sistema de cuatro anillos que rodean el planeta. Según las creencias, estas líneas blanquecinas que se dibujan en la bóveda celeste están puestas por Dios; Él se comunica con sus hijos en la Tierra a través de este tetragrama, de estos anillos, como si compusiera el compás de su orden cosmogónico sobre «el lienzo del cielo», una música celestial. Dios, según el dogma, dispone el orden del mundo a través del movimiento de sus dos satélites: la luna Fa y la luna Do, que junto con el movimiento del Sol van orientando las reglas de afinación y las claves mediante las cuales los usuarios de la magia —los bardos— tienen permitido conjurar —armonizar—.
A lo mejor te estás preguntando si tengo en cuenta el impacto de un anillo planetario sobre el planeta. Por supuesto que sí: desde el comportamiento de las mareas, pasando por el clima, e incluso la luz y la energía que transmite. De hecho, el mundo se oscurece una vez al año, pues el Sol se esconde tras el sistema de anillos cuando el eje de rotación del planeta se inclina en el solsticio de invierno.
Pero no voy a aburrirte con terminología astrofísica. Sólo te diré que las estrellas, los ciclos estacionales, el movimiento de los satélites, o el comportamiento mismo del Sol representan una fuente poderosa de información que puede usarse para vestir nuestras historias. En mi caso son trascendentales para la trama: un conflicto moral, una carrera contra el reloj y una forma de entender el mundo.
¿Y tú?, ¿qué opinas de esto? ¿Por qué no entras en mi web y me escribes personalmente? Tus opiniones son importantes para mí, te lo prometo. Por lo pronto, te recuerdo que La historia triste de un hombre justo se estrenará el día 5 de noviembre de este mismo año; durante estos meses pon atención a lo que te tengo preparado en tu bandeja de entrada. Por adelantarte algo: ¿aún no te he hablado del «Ojo de Dios»? Se trata de un cuerpo celeste que puede verse a simple vista, brillante y colosal, y que tiene un significado religioso en…
Bueno, no nos agobiemos con más perorata; hasta el 5 de noviembre hay tiempo de sobra para contar estas cosas y mucho más. Mientras tanto, te pido a que compartas estas palabras con tus allegados, y que por su puesto me escribas para decirme qué te parece todo esto.
Te envío un fuerte abrazo.