Hace casi treinta años que vio la luz el Allegro ma non troppo, del italiano Carlo Cipolla, donde se exponían dos notables ensayos satíricos, entre ellos el de Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Fue durante mis años de universidad, en Granada, cuando un amigo me regaló el libro de Cipolla. «Léete esta mierda» decía medio tirado en el sofá, litrona en mano bajo mi póster de Pulp Fiction, «en serio, es un asidero para soportar la realidad». Como comprenderás, tan tajante aseveración era para tomarla en cuenta.
Y lo cierto es que lo fue: me ayudó a no sufrir una úlcera de estómago. Verás, ya era interesante de por sí el paródico primer ensayo sobre la pimienta, pero el último acto, el de las leyes fundamentales de la estupidez humana, me ha ayudado a comprender, soportar y asumir los desfalcos intelectuales a los que todos nos vemos abocados día tras día (para que luego digan que los libros no forman al individuo).
Redes sociales, un bonito experimento
Si bien este compendio de cinco leyes de la imbecilidad no es una teoría cierta ni escrita con la exigente seriedad que reivindica el método académico, sí posee visos de veracidad (que no es lo mismo que «verdad») tan sólidos que cualquiera con un mínimo de lecturas en la mochila, o experiencias en su carne, asentirá apretando los labios con circunspecta resignación.
Lo cierto es que hoy me he propuesto poner a prueba estas 5 leyes fundamentales de la estupidez humana. Acompáñame en esta triste historia, veamos estas 5 reglas, y comprobemos si son ajustables a la realidad con 5 sencillos ejercicios propuestos bajo cada una de estas leyes.
Y bien, ¿cuáles son estas cinco leyes? ¿Qué preceptos sobre la estupidez humana pueden reglarse para comprender metódicamente nuestra naturaleza como especie?
1. Stultorum infinitus est numerus
Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.
No importa lo seguros que estemos del número de tontos que caminan a nuestro alrededor; siempre te sorprenderá cómo la cifra sube cuando ocurren una de estas dos cosas:
- Alguien que creías que no era imbécil, de repente te demuestra lo contrario.
- A medida que vamos avanzando por la vida, aparecen muchos más estúpidos, socavando nuestras tareas.
Ejercicio:Vaya a su red social favorita y localice la estupidez actual del momento, lamás encumbrada en el trending topic. Apunte el número de comentarios que tiene una publicación al azar y estime al alza cuántos de ellos cree que están escritos falazmente, en base a la ignorancia, o incluso con desidia. A continuación, coteje la estimación con la realidad y sorpréndase. Sea flexible: las faltas de ortografía no hacen necesariamente estúpido a alguien (los escritores tenemos correctores). Podrás localizar fácilmente los comentarios estúpidos cuando los separes de los constructivos, que aportan datos y están hilados con coherencia argumentativa.
Independientemente de la posición social, la raza, la etnia o cualquier otra característica o peculiaridad grupal, el número proporcional de imbéciles dentro de un colectivo es extraordinariamente la misma (eso sí, con cierta prevalencia del varón). De esta manera, el ensayo nos habla del consuelo de los países subdesarrollados al cuestionar el desarrollo de los países primermundistas (no es de extrañar, la verdad; es para hacérnoslo mirar).
2. La estupidez no discrimina
La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.
Según la parodia del texto, existen estudios en cuatro grandes grupos sociales que determinan el número proporcional de estúpidos constantes en bedeles, empleados, estudiantes y docentes.
Tela.
Ejercicio: Vaya a otra publicación que verse sobre lo mismo pero con distinto número de comentarios. Realice el mismo procedimiento que en el ejercicio anterior y compare ambos resultados. Si la proporción no sufre una desviación del 10% hacia arriba o hacia abajo, sabrá que esta segunda ley se ha cumplido. Puede investigar la homocedasticidad con un estudio más minucioso; el resultado será predecible.
3. Los estúpidos dañan a otros y se dañan a sí mismos
Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.
Exacto. Los estultos tienen una peculiar capacidad que los diferencia del resto: su imbecilidad les pasa factura hasta a ellos mismos. Al fin y al cabo, los malvados en pleno uso de sus capacidades perpetran sus actos en base a obtener un beneficio. Sin embargo, la estupidez no entiende de itinerarios que abran senderos hacia una meta específica; las decisiones son tomadas en base a la visceralidad, no se construyen sobre la razón y la experiencia. El epítome de todo esto es que las acciones llevadas a cabo por el imbécil no conllevan a una utilidad real, pudiendo además sufrir un menoscabo por ello.
Ejercicio: En este ejercicio vamos a analizar unos cuantos comentarios de los ya mencionados en una publicación. Seleccione unos cuantos e intente encontrar su utilidad objetiva, más allá del desahogo emocional. ¿Es instructivo? ¿Revelador o pedagógico? ¿Da un punto de vista distinto o es una falacia? ¿Se pone en ridículo a sí mismo?
4. Si vis pacem, para bellum. O sea, prudencia y prepárate.
Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas.
«Después vienen los llantos», decía mi abuela, y no le faltaba razón a la mujer cuando te precavía de algo. Y es que no hay que bajar la guardia con los imbéciles, sobre todo cuando crees que son inofensivos, que es cuando más te cogen por sorpresa. Sus decisiones pueden meterte en un buen lío, comprometiéndote antes de que puedas siquiera pestañear. Si crees que un estúpido se ha retirado o ha admitido su derrota, tu error puede pasarte una mala jugada.
Ejercicio: Localiza entre los comentarios del ejercicio anterior aquellos que condenen públicamente, amenacen o de algún modo eleven el tono y rompa la armonía del debate. Esto incluye, por supuesto, decisiones extremas como denuncias, exposición de datos de personas implicadas, e incluso dar vueltas sobre un mismo argumento refutado.
5. Vade retro. Aléjate, amigo…
La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Luego, se sintetiza:
El estúpido es más peligroso que el malvado.
La tesis sostiene que el peligro del malvado es latente y real, pero que el del estúpido conlleva a un estrago mucho peor. Esto es porque con el malvado se puede negociar, abrir vías de diálogo coherente y lúcido donde se establezcan acuerdos, y así minimizar los daños. Recordemos que la lógica del sandio se mueve en base a sus emociones y no a su razón, a costa incluso de arrasar consigo mismo, lo que indica que sus decisiones conllevarán irremediablemente a la perdición de los demás y él mismo de forma contumaz.
Ejemplo: Localiza entre la miríada de comentarios los que no estén contaminados por la estupidez, y cópialos en un folio aparte. (Es fácil bucear y escudriñar entre esta multitud: la lucidez brilla entre la estulticia como el oro entre la mierda). Una vez escritos, mira entre todos aquellos con los que no estarías de acuerdo por su moralidad, o creyeras que tienen una intención puramente malvada. Cotéjalos ahora con los comentarios del ejercicio anterior y sopesa los daños directos y reales entrambos.
Coñas fuera, una teoría real
Y ahora dejemos el humor a un lado.
Realmente, como psicólogo, debo decir que estúpidos hay pocos. No voy a entrar en opiniones personales, aunque sé que otros colegas de profesión sostienen que lo que hay son muchos incultos, que no imbéciles. Sería muy descabellado proporcionar un número al alza, así que nos remitimos a la clásica curva normal, o campana de Gauss, donde se nos dice que el centro estaría domeñado por la media.
Si bien es plausible la incultura social, y atendiendo a que la estupidez es un rasgo complejo compuesto de muchas variables (entre ellas un componente innato), podríamos establecer con la misma lógica que los estúpidos en realidad son pocos, al igual que la gente muy inteligente, siendo los que están en la media gente ni torpe ni lista.
¿Y por qué estas cinco leyes parecen tan reales, se preguntará el lector? La respuesta viene de la mano de la psicología, concretamente de la disonancia cognitiva: no se trata más de estupidez que de decisión propia. En realidad, la gente abraza las falacias no porque no es capaz de entender algo, sino porque no quiere entenderlo. Es más fácil seguir creyendo en lo que dice tu partido político, sea cual sea, (sí, aunque te lo dilapiden con argumentos sólidos), porque enfrentarte a la realidad conlleva al trauma de deconstruirte mentalmente. Eso tiene un precio emocional, y por ello la gente se deja llevar por las emociones, antes que por la razón. Pero de la disonancia cognitiva hablamos otro día, que da para otro artículo.
Una novela llena de estúpidos
Si quieres leer algo divertido acerca de la estupidez humana, el desarrollo de estos cinco preceptos están presentes en mi próxima novela ¡Por mis cojones! donde caricaturizaré las vivencias de nuestro entorno más cercano. Se trata de un crítica social ácida y en clave de humor. ¿Fecha? Bueno, pronto tendrás noticias.
Y, volviendo al cachondeo, por favor: llena este post de comentarios con disertaciones estúpidas. Serán bienvenidas para probar la teoría de las leyes fundamentales de la estupidez humana.
Si quieres saber más de mis libros te animo a que les eches un vistazo.
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