Una de las preguntas con la que más me aborda la gente, tras decir que voy a publicar, es «¿Cómo se escribe una novela?».
La respuesta puede ser o muy simple o muy complicada. Y supongo que contestarla de una u otra forma tiene que ver con cómo me he levantado ese día. Cuando estoy algo apático y quiero dar la respuesta simple —que no significa sencilla—, siempre digo: «lee y escribe. Luego lee y vuelve a escribir. Por último, sigue leyendo y escribiendo». En esencia, no hay más secreto que ese.
La respuesta complicada disecciona un poco más ese mantra de leer y escribir, claro. Existen en el mercado una cantidad ingente de manuales sobre cómo escribir un libro, atestados de consejos y reglas que se han ido imponiendo según los vientos del momento. Algunos hasta te dan consejos sobre cómo meter la cabeza en el mundo editorial.
Pero ¿son útiles esos libros?
Si bien son útiles en algunas circunstancias, siempre me muestro receloso de tratar esos manuales como documentos preceptivos o biblias del oficio. Y no porque no me hayan hecho falta, sino porque veo con diáfana claridad cómo muchos de los puntos tratados en ellos no son más que un compendio de artículos sacados de blogs, una selección del mejor SEO que ha ido funcionando para una audiencia concreta: los lectores de blogs. Son útiles y les reconozco cierto valor, pero es un error tratar este conocimiento como un dogma.
¿Y cuál es el paso seguro, entonces?
Dejémonos de historias y centrémonos en las historias. Para explicarte la anfibología: recela de los gurús, y lee los clásicos.
Hace poco comenté a Fran Valverde, mi editor, que parece algo pedante decirle a quien ha de escribir un libro que hay que leer clásicos; pero lejos de pretender dar lecciones a nadie —al fin y al cabo, no es más que mi consejo subjetivo—, creo firmemente que los mejores maestros son los que están presentes a lo largo del tiempo. ¡Por alguna razón son atemporales! ¿No?
Si quieres escribir un libro, mi humilde consejo sostiene que no está mal tener a mano esos manuales de cómo escribir —a ser posible escritos por gente que lleve un tiempo en el oficio y haya publicado; si quieres te recomiendo algunos buenos—, pero que los tengas como referencias, brújulas que te ayuden a orientar tu visión durante tu periplo. Son sólo eso, manuales de orientación que te redirigen por caminos seguros, porque —y esto grábatelo a fuego—, tus pies ya deben estar hechos al camino mediante la lectura y la escritura. Efectivamente, tus pies deben tener callos, deben haber sangrado, que es lo mismo decir que has tenido que sufrir los estragos de sendas difíciles, dolorosas y, por supuesto, hasta inexploradas.
¡Equivócate, coño!
Disculpa el lenguaje… Caminar por el fascinante mundo de la literatura es, en realidad, algo que todo el mundo puede hacer. Yerra y solventa, y deja que los grandes maestros sean quienes reorienten tus pasos. Consulta esos manuales cuando tengas dudas, pero no olvides que los más grandes corolarios están en boca de otra gente, como Edmundo Dantés, Guillermo de Barskelville o Gabriel Araceli. Ellos tienen vida propia. Hónralos en tu peregrinaje.
Vamos, que no sé si me explico: que leas y escribas.
No hay más.
Ángel G. Olmedo.
¡Una última cosa! El primer capítulo de mi novela será liberado gratuitamente el 15 de septiembre, no sólo en formato escrito sino también locutado. Creo que es positivo esa primera toma de contacto sobre La historia triste de un hombre justo, que te recuerdo que será publicada el 5 de noviembre.¡Y no te olvides de agregarme a Instagram!