Artista o artesano: actitud en la escritura

¿Sabes qué significa ser artista o artesano en la literatura? ¿Alguna vez habías puesto la lupa en ese matiz que, en apariencia tan pequeño, desprende significados más profundos a la hora de escribir?

Seguramente habrás oído hablar de que los escritores se encuadran en dos categorías: están los de mapa y los de brújula o, como prefiere distinguirlos George Martin, escritores arquitectos y escritores jardineros. Así, los escritores de mapa —o arquitectos— lo tienen todo planificado. Saben exactamente cuál es el rumbo de su escritura al milímetro: personajes, trama, lugares, líneas temporales, etc. Por otro lado, los de brújula o jardineros se dejan llevar por la improvisación; si bien coordinan algunos preceptos básicos, dejan que sus personajes fluyan libremente y su mundo crezca según las pulsiones emocionales que tengan.

Pero en realidad no vengo a hablarte de esto en profundidad; más bien vengo a hacerte un silogismo. Esto de los escritores arquitectos y jardineros es un método, no una actitud. Y la dicotomía que vengo a explicarte hoy trata sobre esto último: la actitud en la escritura.

La actitud en la escritura

Para mí existen dos roles en la escritura, dos actitudes predominantes a la hora de escribir. Además, estas dos actitudes conforman la identidad del escritor. Efectivamente, creo que los escritores tenemos un par de momentos durante la confección de una obra. Por un lado, nos convertimos en artistas de las musas; por otro, en artesanos del trabajo.

En definitivas cuentas, un artista es lo más parecido a aquel que se deja llevar por la inventiva y las pulsiones. Es lo que definiríamos por la actitud de aquel que se abstrae, permitiendo que la inspiración mueva sus hilos y su cordura. Por otro lado, tenemos el momento del artesano. En este momento, de una forma metódica, fría, el artesano se coloca frente al papel y analiza todo cuanto está escrito, evaluando la eficacia. Aquí es cuando extirpamos texto sin miramiento, tachamos, corregimos, añadimos, sustituimos y limpiamos estilo. Y lo hacemos sabiendo qué tiene éxito o no, todo en base a nuestra experiencia de años de trabajo. Porque un artista es expresivo, pero un artesano es efectivo. Y ambos efectos deben bailar al son de la armonía.

El arte es necesario en esta profesión; pero las cosas deben funcionar, independientemente de si hay que sacrificar algún tipo de estética artística.

¿Mejor ser artista o artesano?

Hay quienes se dejan llevar constantemente por el susurro de las musas (entre tú y yo: puede que tengan esquizofrenia), y sólo admiten aquello que es expresivo y emocional; del mismo modo he conocido a los que se apegan a la artesanía con obsesión. Creo que en ambos casos están cometiendo un error.

Según mi experiencia, las dos actitudes son necesarias: en un principio el escritor detecta cómo se odian y se aman ambos roles, pero creo que su trabajo es presentar al artista y al artesano y hacerlos amigos. Porque en el fondo ambos no pueden vivir el uno sin el otro. Para primerizos, os diré que lo recomendable es que en la primera fase de trabajo aparezca el artista; en la segunda aparezca el artesano que cincele lo anterior con coherencia. Es una forma de decir que saquemos el diamante y luego lo pulamos. ¿Es posible que ocurra de la forma inversa? Aunque creo que para noveles es más difícil, sí, creo que es posible. En este caso, el artesano confecciona de la misma forma que haría un escritor de mapa (arquitecto); luego fluye sobre la base. Un ejemplo de esto es escribir los diálogos sin acotaciones y, cuando todo esté definido, ir colocando los verbos dicendi o las acciones de los personajes durante su diálogo, estableciendo un ritmo efectivo y coherente yo enriqueciendo con matices necesarios para la historia.

No os enamoréis de vuestros textos. Si algo no sirve, lo desecháis (eficiencia). De la misma manera, no os arrodilléis ante el algoritmo de lo que funciona. Romper el molde te hace genuino (arte). En el equilibrio está todo.

Mi artista (y mi artesano)

Cuando escribí La historia triste de un hombre justo empecé como artesano, lo admito. También empecé como escritor arquitecto, porque tenía todo confeccionado: lugares, analogías, personajes y su función, lenguaje de germanía…

Con el tiempo pasé al artista y, posteriormente, en la fase final, volví al rol de artesano, puliendo aquí y allá mi obra. Por lo visto ha cosechado buenas críticas así que puedo decir que estoy contento con el método de mi trabajo.

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Por cierto, escríbeme qué te ha parecido esto del artesano y el artista. Para mí es muy importante tu opinión. ¿Estás de acuerdo en que se debe tener este equilibrio de actitudes?

Te escucho.

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